Y es que a veces la vida se empeña en cargarnos la espalda de quehaceres y decepciones todo en uno. Pero no hay mal que por bien no venga, y el ejercicio de paciencia, tesón y temple, muchas veces, aunque cansado, es rejuvenecedor. Porque ¿quién no se ha sentido bien después de ganarle una escaramuza a la vida? Yo sí lo he hecho desde luego. También he sido, en otras ocasiones, el primero en perder la paciencia y desquitarme a puñetazos con el primer mueble a mano, pero no hay duda de que la mejor opción es aprender de los errores propios, que son los que mejor se entienden, y poner en práctica lo aprendido.
Feliz día duro.
Felices lecciones aprendidas.
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