lunes, 15 de octubre de 2012

De deseos y realidades.

Caminaba entre la lluvia empujando las cortinas de agua con el cuerpo abatido por la jornada. Como simpre sin un destino particular y tan sólo escuchando la cadencia hipnótica de sus propios pasos. Ajeno ya, al mundo que se ocultaba tras el manto de agua y sólo pensando en encontrar un refugio en aquel camino alejado de todo.

Entre el tap-tap de las botas y el repiqueteo de la lluvia creyó distinguir un acelerado chap chap chap que se acercaba desde atrás a considerable velocidad. Se giró para intentar avistarlo  y descubrió una figura aproximándose entre risas. Era una  joven de pelo moreno y  piel pálida. No llevaba equipaje alguno, ni tampoco zapatos. Cubierta por una especie de toga negra empapada que dibujaba de forma indiscreta su figura, y con el pelo también mojado que se golpeaba en el trote costante que seguía el ritmo de su risa. Iba riendo sola, como si algo detrás la empujara directamente hacia la locura.

-¡Eh! ¡Espera! ¿A dónde vas? ¿Te encuentras bien?-. Preguntó con voz sorprendida. Pero sólo obtuvo risas como respuesta. -Oye, vas a resfriarte, déjame que te ayude, creo que llevo algo en mi mochila-. La joven se detuvo en seco. Miró hacia atrás hasta encontrar los ojos del chico y sonriendo le preguntó:
-¿Acaso parece que necesite ayuda de algún tipo?
-Bueno, no tienes buen aspecto-. Respondió él.
-Tampoco tú.
-Bueno, podemos discutir por quién se encuentra peor, o podemos buscar un refugio.
-Yo no necesito refugiarme, la lluvia no me molesta, me hace reír.
-¿Reír? ¿Y cómo es eso?
-Bueno, sería peor si me hiciese llorar, ¿no?-. Dijo la muchacha mientras reanudaba la marcha. ël intentando seguirla empezó a correr detrás de ella aunque con dicficultades a causa del equipaje.
-Oye, espera, ¿a dónde vas?. Déjame ir contigo. No quiero dejarte sola en medio de esta lluvia, y descalza y casi desnuda. Lo siento pero no puedo.
-De acuerdo, puedes acompañarme, pero deja de hablarme, me desconcentras-. Dijo mientras volvía a reír.

Tras una carrera agotadora, el chico la tomó de la mano y la obligó a parar mirándole a los ojos. De pronto dejó de llover. Ella entonces dejó de reír y mirándole con ternura le besó en los labios empapados. Entonces se desvaneció y retornó la lluvia con la misma fuerza. El chico, miró incrédulo alrededor y comenzó a reír.

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