lunes, 12 de diciembre de 2011

He leído demasiadas novelas. Demasiadas para resignar mi vida a un desenlace sin miga. Han sido tantas historias colmadas de amores, de aventura, de deseos, venganzas, amistades, honor, codicia, hazañas... Cientos de mundos distintos a esta realidad sin nudo ni desenlace.
He leído demasiados libros para concederle a mi pasado una tregua. Demasiados para no concebir el futuro como la siguiente etapa de un viaje que sólo acaba cuando los malos caen y los buenos vuelven a casa, casi siempre sin honor. Han sido tantos cuentos colmados de momentos únicos, de tensión, de recuerdos, de caricias, de espadas y sangre, de clubs de alterne, de dragones y malvados empresarios, de furia, de pasión.

¿Cómo podría cederle al destino una historia escrita sobre un papel frágil, con una tinta borrosa? Todas esas historias claman por una descripción intrigante y descriptiva de los personajes, que serán coloridos, llenos de historias a su vez fascinantes y que no todas serán contadas; por un viaje colmado de accidentes y de cambios repentinos de dirección; por una vida difícil, pero satisfactoria, rebosante de amores hirientes y apasionados, de luchas encarnizadas a hierro y fuego, a tinta y pluma.

Sólo así podré alcanzar la vejez con una sonrisa. Mirar hacia atrás y llorar por lo perdido, confiarle a una hoja en blanco mis secretos y satisfacciones. Besar a quien haya logrado alcanzar la meta conmigo y descansar.

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