viernes, 28 de diciembre de 2012

El amor. Nuestro amor.

¿Qué ocurre cuando se ama a una persona que ya ha amado, cuando su boca ya ha pronunciado esas palabras alguna vez? Poco se puede hacer sino resignarse a que eso no puede cambiarse. Las palabras dichas quedan registradas en esa memoria infinita que es el pasado. Pueden tener mayor o menor vigencia, pero son inmutables.
Pero, ¿Qué hacer con ese pequeño escalofrío de duda que gira por segundos en el estómago? Pues prácticamente lo mismo, resignarse. Porque cuando alguien ha amado alguna vez, es justo que lo haya vivido con toda la fuerza que ello supone. Sería una atrocidad vivir ese sentimiento sin explotarlo al máximo y exprimir cada una de sus facetas hasta el límite, y haber tratado con la más intensa sinceridad de superar ese límite.

Cuando se ama a alguien que ya ha amado, debe ser reconfortante saber que puso todo su corazón en ello, porque será entonces cuando se podrá tener la certeza de que el mismo corazón podrá ser, entonces, susceptible de amar otra vez, si no con la misma fuerza, sí con otra distinta que no ha de ser ni más ni menos intensa.
Porque no se puede amar de la misma forma a dos personas distintas. Y eso es lo mágico de ese sentimiento, que se reinventa a sí mismo cada vez, que vuelve a nacer totalmente nuevo, que no se puede repetir.
Ahí radica el sentido de volver a atreverse a amar y a ser amado.

No hay comentarios:

Publicar un comentario