martes, 22 de mayo de 2012

Églogas y bocadillos.

Una vez escuché (creo que en la tele) que madurar es renunciar paulatinamente a quién quieres ser hasta que te conformas con quién has llegado a ser. El sábado anterior tuve como una especie de revelación, y es que yo siempre había tomado esta frase como cierta, pero siempre es buen momento para cambiar de opinión si merece la pena, ¿no?. Pongámonos en antecedentes:

 Sábado 19 de Mayo. Tras semanas posponiéndolo era ya hora de celebrar el San Jorge,  una fiesta con el grupo scout homónimo a la que estaban convocadas más de cien personas (aparecieron unas 60) y bueno, como aquí entran poquitos de ellos puedo decir con sinceridad que había sido una iniciativa mía tras el fracaso de varias tentativas anteriores. Tras preparar todo (con la inestimable ayuda, empuje y poder de convocatoria de Ruth) estábamos algo nerviosos porque no sabíamos qué tal iba a salir. Efectivamente comenzó bastante mal ya que la lluvia quiso chafarnos la fiesta. Bien es cierto que el ánimo irrefrenable de niños y padres consiguieron levantar el ánimo y aunque algo tarde y algo pasados por agua pudimos completar la celebración.

"Si los pueblos poblaran de cánticos el aire, de cánticos y no de cuentos..."

Pero yo no, yo la dejé a medias para irme corriendo a cantar con el coro en el que llevo ya 7 años participando. Así que sin perder un minuto cambié el uniforme scout por el del coro (convenientemente preparado y planchado) y monté en el autobús dirección Mota del Marqués a ofrecer un recital de mucha calidad, superando con creces el handicap de coro de instituto que siempre nos acompaña.
Y así, mi participación, además de cantar en la cuerda de bajos, consistía en recitar una serie de silvas de la Égloga I de Garcilaso de la Vega (Salicio). Aquella que comienza diciendo "Oh más dura que marmol a mis quejas..." El reto era doble, ya que unida a la dificultad del poema en sí se unía que me habían avisado con apenas cinco días de antelación y sinceramente: No tenía ni idea de cómo se recitaba eso...
Aún así le puse todas las ganas y llegado el momento, entre dos piezas del renacimiento era mi turno de recitar ante un público variopinto entre quienes se contaban algunos de mis antiguos profesores de secundaria aquel poema poco preparado.

Y así lo hice, siguiendo las indicaciones de Charo, la directora del coro, interpreté (más que recité) aquellos bellísimos versos. Entre el silencio de los asistentes pude comprobar por sus caras que estaba logrando llegar a ellos. Y así lo demostraron los aplausos que irreverentes interrumpían la melodía que seguía sin pausas al poema.
Al acabar el concierto varias personas se acercaron a mostrarme su agrado con el recitado, aunque sin duda me impactó una de ellas. Una antigua profesora que había sufrido mis constantes expulsiones de clase de pequeño, vino con los ojos enrojecidos a decirme que el concierto le había emocionado sinceramente, y a ello había contribuído notablemete mi intervención.


"Este es mi mundo... Aquí quiero estar... Estoy segura de que tú también puedes oírme..."

Pero nada es eterno y menos aún lo son las sonrisas, así que poco tiempo para celebrar, porque yo tenía que estar como un clavo en el trabajo (llegué tarde) para servir bocadillos a los beodos y beodas que pueblan la noche de cantarranas. Y no me malinterpreten, la experiencia es casi hasta poética, porque, ¿cuántas veces me habré planteado mi vida en interminables ataques filosóficos en esa tienda?, incluso he escrito algunos versos en alguno de los envoltorios de bocata. Y aquella noche sólo una frase se me pasaba constantemente por la cabeza. Una frase que había pronunciado la mismísima Charo al bajarme del autobús corriendo para llegar lo antes posible al trabajo, y con ella termino y deduzca usted la reflexión que mejor le parezca:

"Ahora Gonzalo pasa de las Églogas a los bocadillos"

2 comentarios:

  1. Que este bocata sea en tu boca
    la loca posdata que afirma mi rima
    Y su canción que camina intacta
    desde un rincón en la retina
    al corazón de su ingrata memoria
    se te declare por serenata
    entre la harina y la gloria.

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  2. "El canto vive tanto en los sonidos como en las palabras". Dietrich Fischer-Dieskau.

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