jueves, 10 de noviembre de 2011

La entrevista


Ayer por la tarde recibí una llamada. Me citaban para una entrevista de trabajo en un lugar de cuyo nombre me da pereza acordarme, pero que está lejos. Muy lejos.
Me levanto a eso de las 7:30 más adormilado de lo acostumbrado (suelo levantarme sobre las 10:00) y me preparo el café, ojeo el twitter un poco, una duchita... Llego tarde.
Decido montarme en un taxi, que no es buena idea llegar tarde cuando uno aspira a conseguir un puesto. Me planto en la puerta del edificio y observo con desazón que la idea del taxi, aunque buena, me ha hecho llegar con media hora de antelación. Veo un bar, entro, me pido un té con limón para controlar cualquier contratiempo digestivo que pudiera presentarse. Y espero pacientemente viendo el noticiario en la tele.
Al fin llega la hora, voy derechito al lugar donde me han citado y en ese momento hordas de empleados tratan de tomar el ascensor, se agolpan en el recibidor y continúan entrando más y más en una reducida entrada que cada vez se hace más insuficente.
Para sumarle interés a la situación la puerta sólo se abre previa pulsación de un botón de la amable recepcionista que atiende frenéticamente un teléfono que no para de sonar. Después de saludar a la recepcionista me dice que espere allí mismo y yo, que soy poco amigo de las aglomeraciones trato de apartarme lo más posible hasta que acabo arriconado entre la recepción y la puerta .
Pronto dejan de llegar empleados y los últimos consiguen tomar el ascensor. Aquello se queda desierto y sólo se oye el teléfono sonando una y otra vez. Llega el primero de los que serán mis compañeros durante la mañana. Es un chico un poco más alto que yo, de unos treinta y... con un evidente sobrepeso y ropa convencional. Le saludo tratando de buscar complicidad y entretenimiento, a él también le han hecho esperar y se coloca a mi lado, pero no responde con mucho entusiasmo a mis intentos de entablar  conversación, así que desisto y vuelvo a mis pensamientos.
Pronto llega otra compañera. Es una chica de unos treinta y pocos toda ella ataviada de ropa cara, oculta tras varias capas de maquillaje y sosteniendo incansablemente una blackberry rosa que no deja de teclear ni cuando avisa a la recepcionista de su llegada. Se sienta en un sofá que hay enfrente de los ascensores y continúa su tecleo.
Para completar el grupo llega un chico joven, unos veintialgunos, ropa contemporánea y algo de arrogancia en el hablar. Nos saluda a todos y se sitúa en el punto exacto entre la pija blackberry, Obélix y yo.
Tras varios (muchos) minutos de espera, la recepcionista separa el teléfono de su oreja un momento para decirnos que subamos a la 4ª planta y que esperemos allí. Nosotros cuatro, obedientes, subimos todos juntos en el ascensor y nos plantamos en la 4ª a esperar otros varios (muchos) minutos.
Al rato llega un chico, nos reparte unos formularios, nos explica cómo rellenarlos y nos mete en una sala minúscula donde hay un sólo ordenador que todos tendremos que utlizar. Rellenamos los formularios, y nos rompemos la cabeza para turnarnos el ordenador cambiándonos de silla tantas veces como personas éramos y levantándonos y sentándonos para que pudiera pasar alguno de nosotros.
Tras el juego de las sillas musicales la pija blackberry dice que tiene prisa, Obélix se encuentra en la misma situación y Farruquito no abre la boca. Van a buscar a la señorita de recursos humanos para aligerar el proceso que ya se alargaba demasiado. Les indican que esperen en la sala y allí nos quedamos los cuatro mirando nuestro formulario rosa ya completo hasta que tras varios (muchos) minutos decide hacer acto de presencia la de RR.HH.
Se sienta con nosotros haciéndonos jugar otro poco a las sillas musicales y nos hace varias preguntas ya respondidas en el dichoso formulario rosa. Toda sonriente y agradable es una señora (supongo) embarazada, rubia, de precioso ojos azules y rozando la cuarentena. Al terminar de hacernos contarle nuestra vida frente a los otros compañeros nos detalla la oferta de trabajo que es (por aligerar) una mierda. Luego nos habla de mejores puestos en la misma empresa que se alcanzan, cómo no, haciendo méritos.

La pija blackberry resulta estudiar algo relacionado con el mundo sanitario, trabaja de jurado de concursos de cortes taurinos y no le viene bien trabajar los fines de semana. Con Obélix me cuesta reprimir una sonrisa, su anterior trabajo era en una funeraria (Les aseguro que no tenía nada que ver con el puesto al que aspirábamos), el hombre, que además cargaba con haber sido el más lento mecanografiando y tener la formación más escasa se pone nervioso pero termina su intervención correctamente al tiempo que se seca el sudor de la frente con la manga. Farruquito resulta ser estudiante de una ingeniería en telecomunicaciones a falta de terminar el proyecto fin de carrera, habla varios idiomas, domina a la perfección la informática y además el tío es majo. Mi turno. Hago una broma refiriéndome a mi inferioridad con el anterior. Describo mi experiencia tratando de ser concreto, breve y simpático y apenas me pongo nervioso.
Acabado esto nos vamos despidiendo y saliendo. Yo, bastante seguro de mí mismo me acerco a la entrevistadora y estrecho su mano, luego salgo hablando con el ingeniero y contándole un rato mi vida. Me despido deseándole suerte, supongo que no lo considera suerte, porque no me responde.

Nota: Mientras escribía este post me han llamado de la empresa. He sido seleccionado y empiezo el lunes.

1 comentario:

  1. Me ha gustado contar esto, si aguanto más de una semana en la empresa prometo postear algo así sobre mi nueva empresa cada semana.

    ResponderEliminar